Cuando me sentía enfermo y sin ánimos, mi mejor amiga decidió cuidarme como una enfermera dedicada. Entre risas y bromas, le dije que la mejor medicina sería liberarme dentro de ella para curarme . Para mi sorpresa, me creyó, y lo que empezó como un juego inocente se transformó en un encuentro ardiente. Cada caricia y gemido nos hizo olvidar cualquier otra cosa, y esa receta terminó siendo la cura perfecta para ambos. Una sesión de cuidados que jamás olvidaré.